viernes, 27 de febrero de 2009

A mis inquilinos

Creo que esta es la cuarta vez que recibo a estos inquilinos. Las veces anteriores he hospedado a sus parientes cercanos, una familia numerosa. Pero tal y como reza el dicho: "la visita, como el pescado, empieza a apestar a los tres días". Como todos los huéspedes -o la mayoría- estorban apenas comienzan a demandar ciertas cosas que uno tiene y que sólo es de uso exclusivo. Obviamente como no están en su casa deben pedirnos cosas prestadas y uno, como buen anfitrión, tiene que proveerlos con lo que necesiten. Pero en mi caso, estos inquilinos se han dedicado en sus múltiples visitas a fastidiarme la existencia.

La comida es lo que más les gusta, son insaciables y no saben discernir entre lo que es suficiente y lo que raya en el abuso. Al principio no me doy cuenta de lo que sucede, hasta que veo que la comida ya no alcanza para mí y mis inquilinos, por lo cual tengo que adquirir más alimentos. Ya por ahí la cosa empieza a fastidiar, pero aún no me decido a tomar alguna acción correctiva, aunque no por eso dejo de pensar cómo llegué a estar en esta situación. Incluso me produce una sensación de déjà vu,
nada agradable por cierto.

Lentamente vienen algunos recuerdos de experiencias pasadas con los familiares de mis inquilinos, lo fastidiosos que fueron también en su momento y las acciones que tuve que emprender para deshacerme de ellos. Tal vez suene un poco drástico, pero la verdad es que a medida que pasan los días estos visitantes se vuelven más insoportables. Luego de comer todo lo que pueden ,empiezan a ponerse selectivos, por lo que hay días en los cuales no soportan los lácteos o se quejan cuando encuentran arroz con pollo.

A la luz de estos acontecimientos, decidí que no puedo seguir alojando a estos seres tan molestos, tan irritantes, tan exigentes.... y tan parásitos. Por eso, más nunca comeré ensaladas que tengan lechugas y sean preparadas en la calle... Gracias a mi amigo Unidazol creo que por fin me desharé de ellos, así que ¡Adiós inquilinos, bon voyage!

miércoles, 2 de julio de 2008

Redefiniendo el Santo Grial


Nunca imaginé que algún día sería dueña de Ferretotal. Y de Ferka. Y de EPA.

No, no me gané el Kino. Ni el Triple Gordo. Ni la Lotería del Zulia. Ojalá.
Simplemente pasé a ser otra de las tantas personas que se inician en el complicado -y doloroso- mundo de la ortodoncia. No, no me metí a estudiar odontología como segunda carrera - ¡Dios me libre!-. Es más sencillo aún. Mis dientes están bastante torcidos desde hace muchos años y finalmente decidí sufrir un poco y colocarme los aparatos.
Bien lo dice el ya gastado refrán, ese que todos recuerdan con una sonrisa malévola en la cara: "para ser bella hay que ver las estrellas". Bueno, yo no sólo estoy viendo las estrellas sino que puedo apreciar -en vivo y directo- un divertido baile protagonizado nada más y nada menos que por el Diablo, vestido con una tanga, moviéndose hábilmente al ritmo de una canción de Chino y Nacho. Este simpático espectáculo se repite diariamente, a cualquier hora. Hay que ver que ese señor Diablo no se cansa, le encanta su reggaeton.
Digamos que esto abarca a grandes rasgos la parte física, pues quien se coloca unos aparatos de ortodoncia no sabe en qué mundo se ha metido.
Tan sólo llevo unos días con mis alambritos y ya me siento como si estuviera de vuelta la época en que la escasez estaba en su punto crítico. Pero esta vez no es la falta de leche, ni la de azúcar, ni la de aceite la que me golpea directamente. No. Ahora no me preocupo por eso. Mi preocupación diaria es "¿dónde puedo conseguir cera e hilo dental?". Agotado en Farmatodo. Agotado en Locatel. Ninguno de mis amigos sabe dónde se consigue. Es como si fuera el Santo Grial o el Arca Perdida -la misma que buscaba Indiana Jones-.
Si a esto le unimos el detalle que luzco como si una ferretería hubiera decidido hacer publicidad en mi boca, pues tenemos un lindo panorama al que denomino Betty la Fea. Y que nadie me venga a decir que me quedan bonitos los aparatos porque es mentira. Nadie, absolutamente nadie, se ve bien con unos alambres en los dientes y hablando como si tuviera una pelota en la boca.
Pero hay personas que van más allá. No sólo opinan que los aparatos se ven bonitos en los dientes de alguien, sino que se atreven a confesar que amaron sus brackets con tanta locura que desearían colocárselos de nuevo. ¿Qué? O sea, una vaina es tener que usarlos por necesidad o estética y otra es tener que usarlos porque "me encantan cómo me quedan".
Tal vez cuando mis aparatos cumplan un año -no tienen ni una semana- y juntos hayamos pasado innumerables cepilladas, algunas situaciones embarazosas e indudablemente momentos dolorosos, podré admitir que les tengo cierto aprecio. Pero cuando llegue ese día lo meditaré. Por ahora no me simpatizan esos espectáculos cortesía del señor Diablo que tengo que presenciar gracias a los alambres. No baila mal, pero creo que si tuviera mi Santo Grial (agotado en Locatel e inexistente en Farmatodo) tal vez podría ponerme a pensar de qué color quiero que me pongan las liguitas en los brackets en mi próxima consulta.
Conclusiones:
- Si está en las mismas que yo y no consigue cera, acomódese a ver el show del señor Diablo al ritmo del reggaeton. No sólo baila Chino y Nacho. También conoce otras canciones.
- Si está en las mismas que yo y consigue cera, felicitaciones.
- Si está en las mismas que yo y consigue cera, páseme el dato por favor.

domingo, 13 de abril de 2008

Facebook o el chismógrafo de moda


Dirección de correo. Contraseña. Enter. ¡Bienvenido a Facebook! Día a día hago la misma rutina para ingresar a la famosa página -o chismógrafo como le digo-. Ahí observo si alguien me dejó una linda matica, un chocolate o un mensaje en el Wall, Fun Wall, Super Wall, Funny wall, Sad wall y pare usted de contar. ¿Adictivo? Sí. Bastante, diría yo. Y es que el Facebook es la excusa perfecta para enterarnos de la vida de los demás sin que podamos ser acusados de chismosos, pues todo está ahí, todo lo que queramos saber de nuestros amigos está plasmado en las notificaciones.

Hay que reconocer que es tentador ver en qué andan tus panas, pero llega un momento en que es tanta información que uno sólo puede decir una cosa: "¿hasta cuándo Dios mío?". Efectivamente, al principio todo es felicidad, ya sabes quién estuvo en Mérida en sus vacaciones o quiénes fueron al cumpleaños de tu amigo del colegio, etc. Las fotos con sus respectivos tags no dejan lugar a dudas: menganita engordó desde que se graduaron y sutanito anda con una novia horrenda -que también está plenamente identificada gracias a esa etiqueta-.
Pero como todo lo bueno, tiene su parte mala. O al menos así lo veo yo. Por más seres sociables que seamos, siempre queremos -y debemos- tener privacidad, cosa que no nos ofrece el Facebook. Apenas cambiamos algún dato, agregamos a un amigo nuevo, dejamos un comentario o enviamos una matica, ya todos nuestros contactos están enterados de nuestros movimientos -y viceversa-. No es que uno esté haciendo algo malo o indebido, sin embargo a veces uno quisiera conservar un poco de privacidad o misterio.
Por otra parte, hay quienes podrían argumentar que si uno se metió en esa página pues hay que atenerse a las consecuencias. Sí, es cierto, debe ser por eso que hay gente que no tiene cuenta en Facebook -así como tampoco tienen celular, ni DVD, ni yesquero-. Es verdad, los que dicen eso tienen razón en parte, pero como dice el refrán: "la curiosidad mató al gato" y uno termina ahí bajo la excusa de "reencontrarse" con viejos amigos de la escuela o de la infancia. Todo eso es válido. Pero como bien sabemos, los extremos nunca son buenos. A veces creo que hay un exceso de información irrelevante que nos llega a través de las notificaciones. Y es que a mí qué me importa si perencejito se unió al grupo "Prendamos las luces de nuestras casas en la noche" o si a fulana le dejaron un comentario en su Happy Wall de "dale forward y verás cómo tu monitor empieza a sangrar". ¡Por favor! Qué ladillas esas cadenitas y el montón de aplicaciones que tus amigos te recomiendan instalar.
Es así como tengo una columna con 200 other requests, que no son más que 200 aplicaciones que van desde "cuál es tu nombre tukki", pasando por "la cerveza no sé qué" hasta aquella en la que osan decirte "quién fuiste en tu vida pasada" y "cuál presidente venezolano eres". Admito que hay aplicaciones muy finas, como la de las matas, el world traveler IQ challenge y el rompecabezas, pero hay otras demasiado inútiles en la vida.
Por otro lado, no debemos perder de vista el hecho de que para Facebook la soltería es mala. Sí, así como lo lee. ¿Por qué digo esto? Fácil. Existe una sección llamada Relationship, en la cual uno puede definir su status y qué diablos anda buscando en la red. Si es de los que les encanta colocar hasta los días que lleva de novio (a) con su media naranja pues también tiene la opción de escribir el nombre de esa persona -y si también está en Facebook le hacen un link a esa página para que vea su profile-.
A todas estas, cuando los demás vemos cuál es el status de nuestro querido amigo (a), aparece en nuestras notificaciones el siguiente mensaje: "sutanito has changed his status to: in a relationship". ¡Enhorabuena! -decimos nosotros-. ¡Qué bien por sutanito vale, tanto tiempo solo y por fin consiguió a alguien con quien compartir sus cosas! Sí, que fino. Hasta un corazoncito sale con el bendito mensaje. Pero ¿qué pasa con aquellos que colocamos single? Bien sea porque está solo (a) o porque tiene pareja, pero no están casados. Aquí es cuando el Facebook se pone popy. Sí, popy. Porque le anuncia a los amigos que nosequiencito cambió su relationship status a "single", al lado de un corazón roto. ¡Corazón roto! ¿Qué vaina es? ¿ser "single" ahora es sinónimo de corazones rotos? Por Dios. Cada vez que veo eso lo que hago es reírme y me pongo a pensar que con razón hay tanta gente deprimida en la vida porque no tienen una pareja. ¡Claro, si hasta una página en internet iguala ser "single" a tener un corazón roto!
Esto por mencionar lo más tonto. No olvidemos que esta página es un caldo de cultivo de amistades, conocidas y desconocidas. Es decir, no hace falta conocer a alguien en persona para agregarlo al Facebook. Y aquí es cuando se desata una especie de terrorismo psicológico en las parejas. Recordemos que al principio definí a esta página como un chismógrafo, pues bien, como todo chismógrafo que se respete no ocultará nada y magnificará cualquier bobería que, aunque sea inocente, creará dudas en los más celosos. Entonces si fulano no coloca en su "relationship status" que es novio de mengana... ay agárrate fulano porque lo que viene es candela. O si perencejo le manda un regalito a sutanita y no sólo es eso sino unas matas, unos abrazos, etc., pues prepárate sutanita porque te podrían decir que "no es normal que un amigo cualquiera te mande tantas vainas sólo a ti". En fin, este tipo de situaciones se prestan para desatar temores ocultos en las parejas acerca de lo que está haciendo -o pudiera hacer- la otra persona cuando no está con ellos.
Obviamente, desde siempre han existido estas dudas, temores y afines, sin embargo la aparición de la tecnología -internet, celulares, messenger- ha exacerbado más estos comportamientos que antes no tenían cómo ser comprobados. Ahora basta con tener una inquietud y revisar el Facebook de esa persona para crearnos toda una historia de amor y dolor que no siempre resulta ser como uno lo imagina.
En general considero que el Facebook es una herramienta útil cuando queremos contactar a gente con la que estudiamos, jugamos y trabajamos en algún momento de nuestra vida. Sin embargo, debemos tener cuidado en no darle más importancia de la que tiene y no utilizarla como un reflejo fiel de lo que la gente hace o deja de hacer. Al final sólo entablando una verdadera conversación con la persona sonriente de la foto es que sabremos qué tan bien le ha ido desde que nos graduamos del colegio.
Conclusiones:
- Sea discreto a la hora de colocar sus datos en el Facebook. Ponga únicamente lo que quiera que los demás sepan, así luego no tendrá que preguntarse cómo es que el amigo del primo de sutanito -con quien usted trabajó dos meses- se enteró que ya tiene 4 carajitos.
- Intente contactar a sus amigos de Facebook vía messenger o mediante correo electrónico. No se conforme únicamente con ver que perencejita se unió al grupo "coño de la madre con los $400 del cupo de internet".
- No convierta al Facebook en su espía de confianza. Toda persona tiene derecho a tener sus cosas privadas y si su novia (o) es amiga (o) de un montón de tipos (as) respete esa decisión y no se ponga a inventar historias en su mente. Al final el estresado (a) termina siendo usted y la úlcera por esas preocupaciones -tontas la mayoría del tiempo- se la va a tener que calar usted por gafo (a).
- Deje de instalar y mandar tantas aplicaciones inútiles que al final hacen que su página de Facebook tenga como 4km de extensión. Sí, a veces uno puede estar algo aburrido, pero póngase a taggear sus fotos o a hacer quizzes más bien.
- No se crea esos cuentos de "si le das forward estas tipas van a pelar las tetas", eso es mentira y lo único que hace es fastidiar a los demás y llenar nuestros Happy Walls de ridiculeces.

martes, 11 de marzo de 2008

De la soledad y el autoconocimiento


Acostada en mi sofá, víctima de una gripe que lleva en mi organismo más tiempo del que yo desearía, me dispuse a ver la "variada" programación que me ofrece Supercable y me encontré con uno de esos programas de MTV tipo reality show. No sé ni cómo se llama, pero es un programa en el cual una chica está buscando novio y le hace pruebas -de cualquier índole- a dos muchachos para ver con cuál se queda al final.

Hasta ahora no me había percatado que cada vez más abundan los shows de este estilo, en el cual un chico o chica buscan el amor en la televisión, o desean vivir nuevas experiencias con sus "ex" mientras las parejas actuales sufren viéndolos en un cuarto contiguo. Eso sólo por mencionar dos programas que he visto en MTV, pero la lista se haría eterna si me pongo a enumerar los casos que pasan en ese canal y en otros.

La realidad nos golpea a diario y es que definitivamente la gente le tiene miedo a la soledad. Es un hecho. Mucho se ha escrito sobre ello, muchos programas se han concebido sobre la base de esta afirmación. Y las personas han respondido. Hago esta aseveración tras analizar que, aún cuando todos desean tener sus "cinco minutos de fama", la verdad es que todos quisiéramos que las cosas fueran más sencillas en cuanto a encontrar el amor se refiere. ¿Y qué más fácil que un programa donde lo único que tienes que hacer es firmar un release y dedicarte a ver si fulanito o sutanito es el que mejor se lleva contigo?

El mejor ejemplo que me viene a la mente es un nuevo programa llamado "Parental control", en el cual los padres del chico o chica están en desacuerdo con su pareja actual y deciden buscarle un reemplazo. Sí, reemplazo. Eso incluye entrevistas a los posibles candidatos y luego una cita romántica con el chico o chica en cuestión. Al final la decisión es tomada en conjunto, entre padres e hijos, y es sorprendente, pero la mayoría de las veces sus retoños escogen a cualquiera de los dos individuos que acaban de conocer, en vez del novio (a) actual.

Obviamente no quiero decir que todo en estos programas sea 100% cierto, pues quienes trabajamos en televisión o conocemos un poco el medio -o simplemente no somos tan ingenuos- sabemos que hay cosas "arregladas", predeterminadas. Pero creo que los productores de estos programas apuntan al hecho de que a la mayoría de la población mundial le encanta los finales felices, esos donde siempre triunfa el amor y todos viven con una sonrisa en el rostro por haber encontrado a la "persona indicada". Por eso es frecuente observar que, después de tanto estrés por saber si menganita o perencejito se decidió por su pareja actual o por el recién llegado, nos conformamos con pensar que al menos no se fue con las manos vacías y nos imaginamos que ahora sí van a ser felices para siempre.

Básicamente eso es lo que queremos creer y lo que quieren que creamos, pero la verdad es que la realidad supera cualquier tipo de ficción -bien lo saben los escritores de novelas-. La soledad es un ente que se pasea a diario por las vidas de cualquier persona, hasta de las que menos pensamos. Pero para muchos la palabra hasta resulta molesta, incómoda. ¿Por qué habría de tener una connotación negativa? Aún trato de entenderlo, pues mucha gente suele asociar la soledad con falta de amor y con tristeza, cuando eso está totalmente fuera de contexto.

Me parece que la sociedad se ha encargado de alimentar esa versión negativa de lo que implica la soledad, pintándola siempre como ausencia de afecto, de gente que te quiera y a quien uno quiera. La misma sociedad nos ha condicionado a pensar que si pasamos de cierta edad y no tenemos planes de juntarnos con otro ser, en términos de matrimonio, ya es malo o ya estamos destinados a morir con un gato como único doliente.

Es demasiado absurdo juzgar situaciones que desconocemos, pero así es el ser humano. Nacimos y crecimos viendo cómo es fácil juzgar a los demás sin siquiera conocer lo mínimo de sus vidas. Por eso las personas son tan implacables en cuanto surge la palabra soledad, les asusta, es como si vieran al mismo Lucifer en vivo y directo.

Yo me pregunto, ¿acaso tener a alguien al lado es garantía de que ya no vamos a sentirnos vacíos?, ¿estar con alguien por estar es sinónimo de compañía? Ciertamente, es importante sentir el apoyo de quienes más queremos, pero me resulta inconcebible el hecho de que muchas personas malgasten su tiempo estando con otra únicamente porque no quieren sentirse solos. Soy de las que piensan como el bien consabido refrán señala: "mejor solo que mal acompañado" y no necesariamente la mala compañía es siempre la otra persona. A veces la peor compañía puede ser uno mismo.

La soledad nos permite concentrarnos en nosotros mismos, en nuestras metas, en lo que queremos realmente, en conocernos más. Simplemente es una forma de vida que nunca deberíamos echar a un lado, aún cuando tengamos a las personas que más amamos al lado. Y es que en ese estado pareciera que estuviéramos más alertas, más pendientes de lo que nos interesa. Tal vez me dejo llevar por el pensamiento de que cuando la gente tiene pareja tiende a anularse como persona autónoma, pues a partir de cierto momento el "yo" se convierte en "nosotros" todo el tiempo y a toda hora.

Por otra parte, la soledad siempre es catalogada por muchos como falta de pareja, probablemente porque el fin último que nos ha impuesto la sociedad es la reproducción y ésta debe necesariamente estar precedida de un encuentro entre dos seres. Pero ¿qué hay de la gente que no tiene pareja y tampoco están solos? Es decir, el hecho de no tener un novio (a) no implica que esa persona está sola en la vida. Entonces, ¿para qué existen la familia, los amigos y los gatos?

Hay momentos en la vida en los que la soledad es necesaria, tanto como lo es el aire y el agua. Esos instantes nos permiten darnos cuenta de que, muchas veces, pretendemos ser alguien que no somos únicamente para agradarle a una potencial pareja para que al final nada funcione y la mayor parte de la culpa la tenga uno, pues si se comienza con deshonestidad no se puede pretender que haya un final feliz. Digamos que esos intentos desesperados por mitigar la soledad terminan siendo peor que el mismo hecho de estar solos.

Desde mi perspectiva la soledad debe ser apreciada en su justa medida, en tanto sea juzgada sin prejuicios y tomando en cuenta siempre los beneficios que trae un estado así.

Conclusiones:
- Teniendo la opción de escoger si estar solo o acompañado, la mayoría siempre escogerá estar acompañada. Lógico, pero hay que tener cuidado, siempre hay que conservar la personalidad que tantos años hemos cultivado y no intercambiarla en todo momento por la palabrita "nosotros".
- No le tenga envidia a esa gente que fue a la televisión y se ganó a ese novio o novia como si fuera un Kino. De seguro todo es un montaje y aunque no lo fuera, eso no va a funcionar. Ellos también van a preferir estar solos en cuanto el show se acabe.
- Aunque suene extraño, a veces la soledad es la mejor compañera que necesitamos en determinados momentos. No importa lo que los demás opinen, sólo interesa el bienestar que eso nos proporcione.
- Tener un gato no es signo evidente de que éste va a ser el único doliente cuando abandonemos este mundo. Afuera hay gente que lo quiere y mucho. Eso no es estar solo.
- No hay que desesperarse por no tener alguien que le diga "mi amor", "mi vidita", "mi cuchi cuchi". Total, para escuchar eso puede ir a cualquier abasto, carnicería o autobús. Eso tampoco significa estar solo.
- Estar solo (a) es una decisión, no debe ser catalogado como una consecuencia o como un abandono de alguien. De todas todas, el respeto hacia uno mismo va primero.
- ¿Se puede estar solo (a) y feliz al mismo tiempo? ¡Claro que sí! Aunque suene a frase de autoayuda es verdad. Piense en los malos ratos que se evita teniendo que enfrentar situaciones incómodas por estar con alguien simplemente para que no digan que está solo.
- Si se encuentra solo (a) en este momento, aproveche para reflexionar acerca de su vida, de lo que quiere, de la persona que le gustaría tener a su lado algún día. Eso sí, no se obsesione mucho con el tema de la pareja, está demostrado que esa persona llega en el tiempo indicado.
- Disfrute la soledad mientras pueda. Está comprobado que encontrar un espacio para uno mismo disminuye en la medida en que se tiene la vida que la sociedad aplaude: con esposo (a), hijos y perros a quienes cuidar.
- A veces el autoconocimiento proviene de la misma soledad. Comparto esta interesante letra de una canción de Madonna con ustedes, pues estoy súper fanática con ella y porque siento que explica a cabalidad mi opinión expresada anteriormente:
I'm not myself when you're around
I'm not myself standing in a crowd
I'm not myself and I don't know how
I'm not myself, myself right now

[Chorus:]
Jesus Christ will you look at me
Don't know who I'm supposed to be
Don't really know if I should give a damn
When you're around, I don't know who I am
I'm not myself when you go quiet
I'm not myself alone at night
I'm not myself, don't know who to call
I'm not myself at all

[chorus]
I always wished that I could find someone as beautiful as you
But in the process I forgot that I was special too

I'm not myself when you're around
I'm not myself when you go quiet
I'm not myself all alone at night
I'm not myself standing in a crowd
I'm not myself and I don't know how
I'm not myself, myself right now
Don't know what I believe

[chorus]
I always wished that I could find someone as beautiful as youBut in the process I forgot that I was special too
I always wished that I could find someone as talented as you
But in the process I forgot that I was just as good as you

lunes, 17 de diciembre de 2007

Una vida, ¿un destino?


Destino, una palabra con varias acepciones. Según el Pequeño Larousse Ilustrado se define como "hado, suerte. Encadenamiento necesario y desconocido de los acontecimientos". En otro post anterior (creo que el primero) comenté un poco acerca de este fascinante y polémico tema, pero ligado con la memoria y nuestros recuerdos. En este caso quiero hacer una reflexión acerca de lo que acontece en The Butterfly Effect (El Efecto Mariposa), película protagonizada por Ashton Kutcher, en la cual descubre que tiene el poder de modificar el destino, a través de una "regresión". Para muchos es una película mala, cuya trama es absurda o banal. Para mí es una oportunidad para pensar acerca de algo que todos los humanos hemos querido hacer al menos una vez en nuestras vidas: cambiar el pasado.

En mayor o menor medida, todos nos hemos arrepentido en algún momento de una decisión tomada, nos hemos preguntado qué hubiera pasado si hubiéramos escogido otro camino. ¿Sería un cambio radical en nuestra vida?, ¿seguiríamos en el mismo sitio y con la misma gente? Tal vez sí, tal vez no. Nadie lo sabe, por eso me parece tan interesante esta película, en el sentido de que observamos cómo el protagonista se da cuenta de su poder e intenta jugar a ser Dios, cambiando cosas de su pasado y, por ende, de su presente.

Al principio, la idea de cambiar un hecho en el pasado me hace saltar de la alegría. Pienso "si tuviera ese poder, ¿en qué lo usaría?". Luego lo analizo un poco más y digo "bueno y si me pasa como a Ashton Kutcher que cambió tantos hechos, tantas veces, para darse cuenta que su destino no era estar con Kaileygh". Claro, ese es el riesgo que correríamos si tuvieramos esa habilidad y decidiéramos utilizarla.
Es aquí cuando reflexionamos acerca de la definición de la palabra destino, pues "si algo debe suceder, sucederá". Así dice una corriente. Otras personas prefieren ver al destino como algo que puede ser modificado, pues está en nuestras manos, es decir, viene dado por las decisiones que tomamos. Y es aquí cuando me pregunto ¿para qué existen las decisiones si todo está escrito ya?, me parece un poco contradictorio el hecho de que exista el libre albedrío cuando alguien allá arriba sabe de antemano lo que nos depara el futuro. Nuevamente me remito a la película, Ashton Kutcher decide cambiar hechos de su pasado para solucionar problemas de su presente y lo único que obtiene son más complicaciones. ¿Por qué? porque si algo hemos aprendido de todas estos filmes es que si modificas algo del pasado, tu presente será otro. Un clásico.

Otra duda que inevitablemente viene a mi mente es la siguiente: si asumimos la teoría de que el destino lo hacemos nosotros mismos, ¿de qué viven los astrólogos, los que leen el tarot, las runas, las piedras, etc? Muchos dicen que ellos sirven como "guías", otros piensan que es un engaño porque nadie puede predecir lo que va a ocurrir dentro de cinco minutos. Basta con fijarnos en el clima, tan impredecible como los seres humanos, para darnos cuenta que ni siquiera sofisticados equipos utilizados para la predicción de éste, pueden ser confiables al 100%, pues siempre existen chubascos dispersos que no estaban contemplados en el reporte metereológico de hoy. Así son nuestras vidas.

Estando las cosas así sólo hay dos posibles caminos. Aquel en el cual decidimos entregarnos a la suerte, a seguir lo que diga el horóscopo de la semana, a lo que diga la bruja que lee el tarot en Sabana Grande, en fin, a entregar nuestra vida a cualquiera, menos a nosotros mismos. Es decir, delegamos la responsabilidad de nuestras decisiones a ese ente misterioso llamado Destino.

El otro camino es aquel en el cual tenemos control absoluto de nuestras vidas y asumimos total responsabilidad ante las decisiones que tomamos, sin prestarle mayor atención a lo que un horóscopo o una bruja puedan advertirnos. De esta forma garantizamos que el éxito o la culpa de lo que suceda será nuestra responsabilidad en mayor parte.

Creo que la película nos recuerda dos cosas importantes:

1.- No somos Dios. No tenemos el poder de cambiar el pasado, pero sí de mejorar nuestro presente. De nada sirve tener un poder para cambiar el pasado, si esto implica que nuestro presente va a cambiar también, incluso para algo peor de lo que estamos. Siempre habrá alguien insatisfecho por los cambios realizados -como los amigos de Ashton Kutcher-. En vista de que no podemos cambiar el pasado, solamente nos queda aprender de él para no cometer los mismos errores y de esta forma, podamos crecer como seres humanos.

2.- Citando a Wikipedia, la teoría del Efecto Mariposa reza lo siguiente "su nombre proviene de un antiguo proverbio chino: 'el aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo'. La idea es que, dadas unas condiciones iniciales de un determinado sistema natural, la más mínima variación en ellas puede provocar que el sistema evolucione en formas totalmente diferentes. Sucediendo así que, una pequeña perturbación inicial, mediante un proceso de amplificación, podrá generar un efecto considerablemente grande".
Esto, aplicado a nuestras vidas, se resume en que todo lo que hacemos tiene algún tipo de efecto en la vida de los demás. Vemos claramente cómo Ashton Kutcher modificaba algo del pasado e inmediatamente había cambios en su vida y en la de los que lo rodeaban. Digamos que no todo puede ser visto de forma tan extrema, sin embargo es verídico que todas nuestras decisiones afectan en mayor o menor medida a los que nos rodean. Por ello, hay que tomarlas conscientes de los cambios que vendrán, pero convencidos de que eso es lo que deseamos.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

De la naturaleza humana: la mentira

Todos nos hemos enfrentado a ella alguna vez en nuestra vida. La hemos tenido al frente, a veces tan clara como el agua, otras veces oculta tras una mirada sospechosa. No siempre es fácil reconocerla, pues se requiere intuición, conocimiento de la otra persona e incluso es necesario un poco de malicia. La mentira está en todas partes y va desde aquella más pequeña -o inocente- hasta aquella que es capaz de destruir una de las cosas más preciadas para los humanos: la confianza.

La lucha es diaria, la mentira ha ganado cada vez más espacios dentro de nuestras sociedades y va desde los gobernantes hasta cualquier persona con cara de inocente que podamos encontrar en un ascensor. No hay antídoto, todos somos vulnerables a caer en una mentira o a decirla. ¿Por qué? Hay tantas razones como peces en el mar. Algunas de las que se me ocurren son:
- Necesidad de preservación. La naturaleza humana es así, debemos admitirlo. Cuando a alguien lo descubren infraganti en una situación dudosa (dícese aquella en la que no debería estar) la primera reacción es mentir. Es instintivo, aunque luego recapacite y admita su acción. La mayoría recorre ese camino, aunque hay otros que aceptan sin titubear lo que estaban haciendo y asumen las consecuencias de frente. Este grupo es muy escaso, en estado de extinción se podría decir, pero al final son los más inteligentes y adultos.

- Patología. Hay quienes construyen sus vidas sobre una serie de mentiras básicas, que los han ayudado a ser aceptados en grupos y a obtener ciertos beneficios que, de otra manera, nunca hubieran podido alcanzar. No necesariamente son personas que mienten en absolutamente todo. Sencillamente prefieren evadir su realidad y justificar sus acciones con ciertas mentiras que sólo los afectan a ellos al final del día.

- Deporte. Otros disfrutan la mentira, forman parte de su vida pues viven de ellas. Se valen de tretas para ver cómo reaccionan los que les rodean. Es parte de un ritual de diversión o deporte. En vez de ir a Parque del Este los domingos, deciden lanzar mentirillas a su alrededor para generar conflictos mientras disfrutan del show.

En fin, son tantas y variadas las causas por las cuales los seres humanos mentimos que necesitaría otro día y otro blog para intentar recopilarlas. Mientras tanto podría decir que todos podemos caer en las redes de las mentiras, pero siempre hay formas de evitar decirlas. Por ejemplo:

- Analizando cada hecho ud. podría sacar un balance de lo beneficioso o perjudicial que ha sido decir una mentira o una verdad. Lo más seguro es que hayan sido más las veces en las cuales quedó como honesto (a) por haber confesado lo que realmente pasaba, que aquellas en las que simplemente es un "corroncho", "rata", "pinocho", "sucio" y afines. (Agruéguele las "a" que denotan al género femenino -porque las mujeres mienten y lo saben hacer muy bien-).

- Piense en todas las neuronas que ud. salvará en su cerebro por decir la verdad. Por cada mentira que invente y, en el futuro, cada vez que ese hecho salga nuevamente a colación, ud. deberá recordar -con bastante precisión- cada detalle de lo que dijo para que no lo descubran. Si a esto le agregamos que las neuronas no se regeneran y que a medida que envejecemos vamos perdiendo más de estas amiguitas, creo que debería considerar seriamente en "ahorrarlas" para cosas más importantes. Si la mayoría de las veces dice la verdad, tenga por seguro que por más que pase el tiempo, va a recordar con una precisión increíble las cosas que sucedieron (por más que uno tiende a agregar o suprimir hechos). Y lo más importante: estará salvando a una neurona. Al final del día sabe que es por una buena causa.

- Para bien o para mal, Ud. no está solo en el mundo. ¿Cuántas veces no ha salido a la calle y se encuentra con quien menos se imagina? Pues bien, esa gente son potenciales testigos que podrían verificar o destruir su versión de los hechos en apenas segundos. He aquí un ejemplo de cómo estos seres son peligrosos para la supervivencia de su mentira:

Supongamos que usted llega tarde a un compromiso porque se quedó bebiendo con sus amigos de la oficina (un lunes), pero ya había sido advertido que era imprescindible que llegara a tiempo. Lo inevitable ocurre: llega tarde, tardísimo. Lo primero que se le ocurre es que no puede decir la verdad porque ya sabía de antemano las condiciones de dicho encuentro, así que decide mentir. La excusa es que había mucha cola en la autopista porque una gandola se volcó y el desastre era increíble. Hasta ahí vamos medianamente bien (porque en principio debió asumir su cuota de responsabilidad), pero resulta que alguien que sí llegó a tiempo a dicho compromiso manifestó sorprendido lo rápido que había llegado porque no había ni un carro en la susodicha autopista. Entonces, ¿cómo queda usted? como el (la) mentiroso (a) de marca mayor, obviamente. ¿Qué ganó con eso? Un problema doble, primero por llegar tarde y luego por haber mentido. Además de la muerte de alguna de sus neuronas por haber tenido que hacer sinapsis inventando esa información irrelevante y luego por haber tenido que reproducirla.

En fin, sólo ha obtenido un balance negativo luego de esta experiencia. Hasta acá llega la parte fácil de las mentiras, es decir, de cómo evitar decirlas. Sin embargo, la parte difícil es aquella en la cual uno debe evitar ser blanco de las mentiras de los otros, pues no hay fórmulas mágicas, ni neuronas a las que hay que salvar que valgan. No. En ese tipo de casos lo ideal es mantener los ojos abiertos, la mente atenta y asumir que decir mentiras es parte de la naturaleza humana, por lo cual usted puede ser receptor de una cantidad inimaginable de ellas, la mayoría sin que se dé cuenta (al menos en el momento, a menos que sea una gran burrada).


Conclusiones:

- Los mentirosos abundan. Son tan nocivos como usted lo permita. Lleve siempre un repelente contra ellos en su bolsillo, nunca sabe cuándo lo puede necesitar.

- Nunca confíe en alguien que le haya mentido al menos una vez. Está demostrado que quien miente o engaña una vez, lo hará nuevamente. Corte eso de raíz y sea más astuto que la otra persona.

- Si va a mentir, recuerde que la mejor mentira es aquella que más se parece a la verdad. Es contradictorio, pero funciona. Mientras menos hechos fantasiosos le agregue a su cuento, más creíble será. Al menos no matará tantas neuronas tratando de recrear en su mente algún hecho que involucre ovnis "encunetados" o vacas voladoras debido a un tornado misterioso.

- Si continúa con la idea de que es mejor mentir y salvar el pellejo, antes que decir la verdad y salir peor parado, no olvide que la gente a la que le está mintiendo cree de cierta forma en su palabra. Al final las consecuencias pueden ser más graves que un reclamo.

martes, 11 de diciembre de 2007

Las aventuras de un fin de semana


Este fin de semana fue playero, aunque la clasificación podría ser "aventurero". Cuando pensamos en aventura se nos vienen a la mente un montón de imágenes al estilo Indiana Jones, saltando precipicios, venciendo serpientes horrendas, para finalmente obtener lo que nos impulsó a emprender esa misión. Bueno, de cierta forma, mi fin de semana fue así.

Todo comenzó con un plan bastante inocente y "normal" de esos tipo: "hey deberíamos organizar un viajecito pa' la playita este fin... aprovechando que viene un pana de Alemania". La respuesta de alguien como yo (blanca como una pared y con ínfulas de "wannabe" morena) fue: "¡claro! dime dónde, cuándo, cómo y cuánto hay que poner pa' eso". Todo quedó perfectamente planificado: el grupo ya estaba conformado, la hora de llamado era para el sábado en la tarde. Desde Caracas saldríamos hacia Chirimena para aprovechar el maravilloso domingo super soleado -en mi mente-.
El sábado el panorama era bastante nublado, pues amaneció lloviendo -claro, de seguro los pronósticos metereológicos indicaban que no habrían precipitaciones durante todo el fin de semana-. Me levanté y mandé un mensaje a Vane, quien me informó que su amigo alemán no vendría a tiempo para irse con nosotros a Chirimena. Primer problema. "Oh oh" -pensé-. Cabe destacar que toda la idea de ir a la playa era porque el pana de Vane venía a Venezuela después de no sé cuántos años y bueno... ya usted sabe el resto. Ok, sin la excusa del pana, igual teníamos que ir a la playa porque por supuesto ya habíamos pagado la posada donde nos quedaríamos de sábado para domingo.
Una vez superado ese pequeño inconveniente decidimos emprender nuestro viaje hacia Higuerote. La carretera bien, todo maravilloso. Llegamos a Chirimena -pueblo de una sola calle, ida y vuelta- y nos instalamos en el cuarto. Segundo problema: las luces no funcionaban. "Será una velada romántica" -pensamos todos-. Al menos el aire funcionaba. Luego de hablar de varios temas, decidimos lanzarnos a los brazos de Morfeo, solo para descubrir al día siguiente que estaba cayendo tremendo diluvio.
Ahí me asusté, pues obvio que si llueve no hay sol, si no hay sol no hay bronceado. Afortunadamente el astro salió y emprendimos nuevamente un viaje hacia una playa "buenísima" llamada Caimán. Cuando llegamos nos instalamos donde pudimos, pues no había casi orilla, el mar estaba muy picado y había más o menos gente. Decidimos quedarnos ahí e intentar pasarla lo mejor posible. Aquí es cuando continúan las aventuras, pues aquellos valientes del grupo que decidieron meterse al agua salieron con las tablas por la cabeza, es decir, lucharon contra la corriente para no ahogarse y poder llegar a la orilla -con cara de trauma comprensible luego del susto-. Por otra parte, el mar tenía una operación de sabotaje total, pues a cada rato teníamos que movernos porque las olas llegaban hasta donde estábamos. El cielo decidió unirse a esta labor y abrió el grifo, otro diluvio más pues. Cansados ya de tanto trajín -a las 12 del mediodía- nos montamos en el carro y fuimos a recorrer otros parajes en busca de la playa "ideal".
Eso sí fue un trayecto digno de ser grabado por las cámaras del Fun Race 4x4 de Globovisión. Subidas, bajadas, todo lleno de lodo. Muy emocionante, pero sin bebidas espirituosas. Finalmente nos estacionamos como en cuatro playas más y en ninguna nos bajamos porque había demasiada gente, poca orilla y mucho mar alborotado. Achicopalados, decidimos que era hora de ir a la posada, arreglarnos y volver a Caracas. ¡Pero el milagro ocurrió! Salió el sol y nos quedamos en una platabanda de la posada, con un súper descubrimiento: el chorrito. Ese mágico chorro de agua fue lo máximo, mejor que ninguna playa. Tomamos un poco de sol, pero volvió a llover, así que ese fue el indicio de que era la hora de marcharnos.
Básicamente el clima conspiró contra nosotros, pero logramos sobrevivir a todas las cosas que nos pasaron. Pero para mí hubo una frase que resume lo que fue el viaje: "todo ha sido una búsqueda". Le doy el crédito a David, novio de Vero, por haber dicho en una sola palabra lo que fue todo el paseo.
En nuestras vidas, muchas cosas se resumen a esa palabra: búsqueda. ¿Qué buscamos? El rango es variado, todo depende de la etapa en la que nos encontremos y de la personalidad de cada quien. Cuando somos pequeños buscamos satisfacciones inmediatas: juguetes, buenas notas, diversión, etc., pero a medida que vamos creciendo las prioridades cambian y también nuestras necesidades. De ellas dependen lo que buscamos. Muchos son afortunados y encuentran lo que buscan sin mucho esfuerzo, otros deben luchar un poco más por aquello que desean.
Obviamente no es una sola la búsqueda, son muchas e infinitas, van desde lo más pequeño hasta lo que cataloguemos como más importante. Son muchos los caminos que debemos recorrer para alcanzar lo que queremos, ese tesoro que se esconde al final de todos aquellos arcoiris que ponemos en nuestras caminos. Creo que todos los días estamos buscando algo, es lo que nos mantiene vivos, atentos a la vida. Pensemos un momento si no existiera algo que nos motivara a levantarnos de nuestras camas, si no hubiera algo que quisiéramos alcanzar y por lo cual tenemos que realizar esa búsqueda... Tendríamos absolutamente todo lo que queremos, no nos esforzaríamos por nada ni por nadie pues habría garantía de que está ahí. En fin, sería una existencia bastante aceptable, pero aburrida.
Tal vez es por esa razón que todo aquello que nos ha costado algún tipo esfuerzo lo apreciamos más que lo que obtuvimos sin hacer nada. La búsqueda no es más que el camino que debemos atravesar para probar de qué estamos hechos, de qué somos capaces, qué tanto merecemos el premio final y qué tan valioso es ese algo -o alguien- como para soportar lo que venga con tal de tenerlo. Sólo habiendo atravesado todo eso sabremos si la búsqueda valió la pena o no. Así como hay probabilidades de que ese tesoro sea oro en bruto, existe la posibilidad de que todo haya sido una ilusión óptica, una simple treta, pero que igual nos deja lecciones.
¿Cuántas veces no le ha pasado que vive en una sola búsqueda? Así como nosotros buscando la playa "ideal". Me parece que es una situación peligrosa, porque puede ser indicio de que no está muy claro con lo que realmente quiere o sencillamente no acepta que ese "algo" tal vez no es para usted. No quiero decir que no deba ir tras sus sueños y metas, sin embargo hay que sincerarse con uno mismo. Tal vez luego de intentarlo en repetidas ocasiones -y de fracasar- ud. deba replantearse el objetivo y la forma de aproximarse a él. Nunca está demás un poco de reflexión, eso ayuda a aclarar el panorama y a eliminar los vicios que haya adquirido en el camino.
Conclusiones:

- Si lo invitan cordialmente a un viaje de playa, acepte, no tenga miedo. Cualquier cosa que ocurra será digna de ser contada a sus futuros nietos.
- Si va a la playa con intenciones de broncearse tenga la seguridad de que lloverá. Con un poco de suerte tal vez haga un poco de sol para que le dé calor y regrese colorado.
- Viva sus aventuras a plenitud, disfrútelas como lo que son. No se repetirán de la misma forma, ni con la misma gente, es decir, son únicas.
- Nunca abandone sus búsquedas, sus sueños y metas. Si nada mucho y no logra pasar de la orilla tampoco se mortifique demasiado, a lo mejor sólo debe reformular el objetivo y la forma de llegar a él. Probablemente obtenga mejores resultados luego de esto.
- No asuma que encontrar el "tesoro" al final del arcoiris es su única ganancia. Recuerde todo lo que vivió para llegar ahí y todo lo que arriesgó para obtener lo que deseaba.