lunes, 17 de diciembre de 2007

Una vida, ¿un destino?


Destino, una palabra con varias acepciones. Según el Pequeño Larousse Ilustrado se define como "hado, suerte. Encadenamiento necesario y desconocido de los acontecimientos". En otro post anterior (creo que el primero) comenté un poco acerca de este fascinante y polémico tema, pero ligado con la memoria y nuestros recuerdos. En este caso quiero hacer una reflexión acerca de lo que acontece en The Butterfly Effect (El Efecto Mariposa), película protagonizada por Ashton Kutcher, en la cual descubre que tiene el poder de modificar el destino, a través de una "regresión". Para muchos es una película mala, cuya trama es absurda o banal. Para mí es una oportunidad para pensar acerca de algo que todos los humanos hemos querido hacer al menos una vez en nuestras vidas: cambiar el pasado.

En mayor o menor medida, todos nos hemos arrepentido en algún momento de una decisión tomada, nos hemos preguntado qué hubiera pasado si hubiéramos escogido otro camino. ¿Sería un cambio radical en nuestra vida?, ¿seguiríamos en el mismo sitio y con la misma gente? Tal vez sí, tal vez no. Nadie lo sabe, por eso me parece tan interesante esta película, en el sentido de que observamos cómo el protagonista se da cuenta de su poder e intenta jugar a ser Dios, cambiando cosas de su pasado y, por ende, de su presente.

Al principio, la idea de cambiar un hecho en el pasado me hace saltar de la alegría. Pienso "si tuviera ese poder, ¿en qué lo usaría?". Luego lo analizo un poco más y digo "bueno y si me pasa como a Ashton Kutcher que cambió tantos hechos, tantas veces, para darse cuenta que su destino no era estar con Kaileygh". Claro, ese es el riesgo que correríamos si tuvieramos esa habilidad y decidiéramos utilizarla.
Es aquí cuando reflexionamos acerca de la definición de la palabra destino, pues "si algo debe suceder, sucederá". Así dice una corriente. Otras personas prefieren ver al destino como algo que puede ser modificado, pues está en nuestras manos, es decir, viene dado por las decisiones que tomamos. Y es aquí cuando me pregunto ¿para qué existen las decisiones si todo está escrito ya?, me parece un poco contradictorio el hecho de que exista el libre albedrío cuando alguien allá arriba sabe de antemano lo que nos depara el futuro. Nuevamente me remito a la película, Ashton Kutcher decide cambiar hechos de su pasado para solucionar problemas de su presente y lo único que obtiene son más complicaciones. ¿Por qué? porque si algo hemos aprendido de todas estos filmes es que si modificas algo del pasado, tu presente será otro. Un clásico.

Otra duda que inevitablemente viene a mi mente es la siguiente: si asumimos la teoría de que el destino lo hacemos nosotros mismos, ¿de qué viven los astrólogos, los que leen el tarot, las runas, las piedras, etc? Muchos dicen que ellos sirven como "guías", otros piensan que es un engaño porque nadie puede predecir lo que va a ocurrir dentro de cinco minutos. Basta con fijarnos en el clima, tan impredecible como los seres humanos, para darnos cuenta que ni siquiera sofisticados equipos utilizados para la predicción de éste, pueden ser confiables al 100%, pues siempre existen chubascos dispersos que no estaban contemplados en el reporte metereológico de hoy. Así son nuestras vidas.

Estando las cosas así sólo hay dos posibles caminos. Aquel en el cual decidimos entregarnos a la suerte, a seguir lo que diga el horóscopo de la semana, a lo que diga la bruja que lee el tarot en Sabana Grande, en fin, a entregar nuestra vida a cualquiera, menos a nosotros mismos. Es decir, delegamos la responsabilidad de nuestras decisiones a ese ente misterioso llamado Destino.

El otro camino es aquel en el cual tenemos control absoluto de nuestras vidas y asumimos total responsabilidad ante las decisiones que tomamos, sin prestarle mayor atención a lo que un horóscopo o una bruja puedan advertirnos. De esta forma garantizamos que el éxito o la culpa de lo que suceda será nuestra responsabilidad en mayor parte.

Creo que la película nos recuerda dos cosas importantes:

1.- No somos Dios. No tenemos el poder de cambiar el pasado, pero sí de mejorar nuestro presente. De nada sirve tener un poder para cambiar el pasado, si esto implica que nuestro presente va a cambiar también, incluso para algo peor de lo que estamos. Siempre habrá alguien insatisfecho por los cambios realizados -como los amigos de Ashton Kutcher-. En vista de que no podemos cambiar el pasado, solamente nos queda aprender de él para no cometer los mismos errores y de esta forma, podamos crecer como seres humanos.

2.- Citando a Wikipedia, la teoría del Efecto Mariposa reza lo siguiente "su nombre proviene de un antiguo proverbio chino: 'el aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo'. La idea es que, dadas unas condiciones iniciales de un determinado sistema natural, la más mínima variación en ellas puede provocar que el sistema evolucione en formas totalmente diferentes. Sucediendo así que, una pequeña perturbación inicial, mediante un proceso de amplificación, podrá generar un efecto considerablemente grande".
Esto, aplicado a nuestras vidas, se resume en que todo lo que hacemos tiene algún tipo de efecto en la vida de los demás. Vemos claramente cómo Ashton Kutcher modificaba algo del pasado e inmediatamente había cambios en su vida y en la de los que lo rodeaban. Digamos que no todo puede ser visto de forma tan extrema, sin embargo es verídico que todas nuestras decisiones afectan en mayor o menor medida a los que nos rodean. Por ello, hay que tomarlas conscientes de los cambios que vendrán, pero convencidos de que eso es lo que deseamos.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

De la naturaleza humana: la mentira

Todos nos hemos enfrentado a ella alguna vez en nuestra vida. La hemos tenido al frente, a veces tan clara como el agua, otras veces oculta tras una mirada sospechosa. No siempre es fácil reconocerla, pues se requiere intuición, conocimiento de la otra persona e incluso es necesario un poco de malicia. La mentira está en todas partes y va desde aquella más pequeña -o inocente- hasta aquella que es capaz de destruir una de las cosas más preciadas para los humanos: la confianza.

La lucha es diaria, la mentira ha ganado cada vez más espacios dentro de nuestras sociedades y va desde los gobernantes hasta cualquier persona con cara de inocente que podamos encontrar en un ascensor. No hay antídoto, todos somos vulnerables a caer en una mentira o a decirla. ¿Por qué? Hay tantas razones como peces en el mar. Algunas de las que se me ocurren son:
- Necesidad de preservación. La naturaleza humana es así, debemos admitirlo. Cuando a alguien lo descubren infraganti en una situación dudosa (dícese aquella en la que no debería estar) la primera reacción es mentir. Es instintivo, aunque luego recapacite y admita su acción. La mayoría recorre ese camino, aunque hay otros que aceptan sin titubear lo que estaban haciendo y asumen las consecuencias de frente. Este grupo es muy escaso, en estado de extinción se podría decir, pero al final son los más inteligentes y adultos.

- Patología. Hay quienes construyen sus vidas sobre una serie de mentiras básicas, que los han ayudado a ser aceptados en grupos y a obtener ciertos beneficios que, de otra manera, nunca hubieran podido alcanzar. No necesariamente son personas que mienten en absolutamente todo. Sencillamente prefieren evadir su realidad y justificar sus acciones con ciertas mentiras que sólo los afectan a ellos al final del día.

- Deporte. Otros disfrutan la mentira, forman parte de su vida pues viven de ellas. Se valen de tretas para ver cómo reaccionan los que les rodean. Es parte de un ritual de diversión o deporte. En vez de ir a Parque del Este los domingos, deciden lanzar mentirillas a su alrededor para generar conflictos mientras disfrutan del show.

En fin, son tantas y variadas las causas por las cuales los seres humanos mentimos que necesitaría otro día y otro blog para intentar recopilarlas. Mientras tanto podría decir que todos podemos caer en las redes de las mentiras, pero siempre hay formas de evitar decirlas. Por ejemplo:

- Analizando cada hecho ud. podría sacar un balance de lo beneficioso o perjudicial que ha sido decir una mentira o una verdad. Lo más seguro es que hayan sido más las veces en las cuales quedó como honesto (a) por haber confesado lo que realmente pasaba, que aquellas en las que simplemente es un "corroncho", "rata", "pinocho", "sucio" y afines. (Agruéguele las "a" que denotan al género femenino -porque las mujeres mienten y lo saben hacer muy bien-).

- Piense en todas las neuronas que ud. salvará en su cerebro por decir la verdad. Por cada mentira que invente y, en el futuro, cada vez que ese hecho salga nuevamente a colación, ud. deberá recordar -con bastante precisión- cada detalle de lo que dijo para que no lo descubran. Si a esto le agregamos que las neuronas no se regeneran y que a medida que envejecemos vamos perdiendo más de estas amiguitas, creo que debería considerar seriamente en "ahorrarlas" para cosas más importantes. Si la mayoría de las veces dice la verdad, tenga por seguro que por más que pase el tiempo, va a recordar con una precisión increíble las cosas que sucedieron (por más que uno tiende a agregar o suprimir hechos). Y lo más importante: estará salvando a una neurona. Al final del día sabe que es por una buena causa.

- Para bien o para mal, Ud. no está solo en el mundo. ¿Cuántas veces no ha salido a la calle y se encuentra con quien menos se imagina? Pues bien, esa gente son potenciales testigos que podrían verificar o destruir su versión de los hechos en apenas segundos. He aquí un ejemplo de cómo estos seres son peligrosos para la supervivencia de su mentira:

Supongamos que usted llega tarde a un compromiso porque se quedó bebiendo con sus amigos de la oficina (un lunes), pero ya había sido advertido que era imprescindible que llegara a tiempo. Lo inevitable ocurre: llega tarde, tardísimo. Lo primero que se le ocurre es que no puede decir la verdad porque ya sabía de antemano las condiciones de dicho encuentro, así que decide mentir. La excusa es que había mucha cola en la autopista porque una gandola se volcó y el desastre era increíble. Hasta ahí vamos medianamente bien (porque en principio debió asumir su cuota de responsabilidad), pero resulta que alguien que sí llegó a tiempo a dicho compromiso manifestó sorprendido lo rápido que había llegado porque no había ni un carro en la susodicha autopista. Entonces, ¿cómo queda usted? como el (la) mentiroso (a) de marca mayor, obviamente. ¿Qué ganó con eso? Un problema doble, primero por llegar tarde y luego por haber mentido. Además de la muerte de alguna de sus neuronas por haber tenido que hacer sinapsis inventando esa información irrelevante y luego por haber tenido que reproducirla.

En fin, sólo ha obtenido un balance negativo luego de esta experiencia. Hasta acá llega la parte fácil de las mentiras, es decir, de cómo evitar decirlas. Sin embargo, la parte difícil es aquella en la cual uno debe evitar ser blanco de las mentiras de los otros, pues no hay fórmulas mágicas, ni neuronas a las que hay que salvar que valgan. No. En ese tipo de casos lo ideal es mantener los ojos abiertos, la mente atenta y asumir que decir mentiras es parte de la naturaleza humana, por lo cual usted puede ser receptor de una cantidad inimaginable de ellas, la mayoría sin que se dé cuenta (al menos en el momento, a menos que sea una gran burrada).


Conclusiones:

- Los mentirosos abundan. Son tan nocivos como usted lo permita. Lleve siempre un repelente contra ellos en su bolsillo, nunca sabe cuándo lo puede necesitar.

- Nunca confíe en alguien que le haya mentido al menos una vez. Está demostrado que quien miente o engaña una vez, lo hará nuevamente. Corte eso de raíz y sea más astuto que la otra persona.

- Si va a mentir, recuerde que la mejor mentira es aquella que más se parece a la verdad. Es contradictorio, pero funciona. Mientras menos hechos fantasiosos le agregue a su cuento, más creíble será. Al menos no matará tantas neuronas tratando de recrear en su mente algún hecho que involucre ovnis "encunetados" o vacas voladoras debido a un tornado misterioso.

- Si continúa con la idea de que es mejor mentir y salvar el pellejo, antes que decir la verdad y salir peor parado, no olvide que la gente a la que le está mintiendo cree de cierta forma en su palabra. Al final las consecuencias pueden ser más graves que un reclamo.

martes, 11 de diciembre de 2007

Las aventuras de un fin de semana


Este fin de semana fue playero, aunque la clasificación podría ser "aventurero". Cuando pensamos en aventura se nos vienen a la mente un montón de imágenes al estilo Indiana Jones, saltando precipicios, venciendo serpientes horrendas, para finalmente obtener lo que nos impulsó a emprender esa misión. Bueno, de cierta forma, mi fin de semana fue así.

Todo comenzó con un plan bastante inocente y "normal" de esos tipo: "hey deberíamos organizar un viajecito pa' la playita este fin... aprovechando que viene un pana de Alemania". La respuesta de alguien como yo (blanca como una pared y con ínfulas de "wannabe" morena) fue: "¡claro! dime dónde, cuándo, cómo y cuánto hay que poner pa' eso". Todo quedó perfectamente planificado: el grupo ya estaba conformado, la hora de llamado era para el sábado en la tarde. Desde Caracas saldríamos hacia Chirimena para aprovechar el maravilloso domingo super soleado -en mi mente-.
El sábado el panorama era bastante nublado, pues amaneció lloviendo -claro, de seguro los pronósticos metereológicos indicaban que no habrían precipitaciones durante todo el fin de semana-. Me levanté y mandé un mensaje a Vane, quien me informó que su amigo alemán no vendría a tiempo para irse con nosotros a Chirimena. Primer problema. "Oh oh" -pensé-. Cabe destacar que toda la idea de ir a la playa era porque el pana de Vane venía a Venezuela después de no sé cuántos años y bueno... ya usted sabe el resto. Ok, sin la excusa del pana, igual teníamos que ir a la playa porque por supuesto ya habíamos pagado la posada donde nos quedaríamos de sábado para domingo.
Una vez superado ese pequeño inconveniente decidimos emprender nuestro viaje hacia Higuerote. La carretera bien, todo maravilloso. Llegamos a Chirimena -pueblo de una sola calle, ida y vuelta- y nos instalamos en el cuarto. Segundo problema: las luces no funcionaban. "Será una velada romántica" -pensamos todos-. Al menos el aire funcionaba. Luego de hablar de varios temas, decidimos lanzarnos a los brazos de Morfeo, solo para descubrir al día siguiente que estaba cayendo tremendo diluvio.
Ahí me asusté, pues obvio que si llueve no hay sol, si no hay sol no hay bronceado. Afortunadamente el astro salió y emprendimos nuevamente un viaje hacia una playa "buenísima" llamada Caimán. Cuando llegamos nos instalamos donde pudimos, pues no había casi orilla, el mar estaba muy picado y había más o menos gente. Decidimos quedarnos ahí e intentar pasarla lo mejor posible. Aquí es cuando continúan las aventuras, pues aquellos valientes del grupo que decidieron meterse al agua salieron con las tablas por la cabeza, es decir, lucharon contra la corriente para no ahogarse y poder llegar a la orilla -con cara de trauma comprensible luego del susto-. Por otra parte, el mar tenía una operación de sabotaje total, pues a cada rato teníamos que movernos porque las olas llegaban hasta donde estábamos. El cielo decidió unirse a esta labor y abrió el grifo, otro diluvio más pues. Cansados ya de tanto trajín -a las 12 del mediodía- nos montamos en el carro y fuimos a recorrer otros parajes en busca de la playa "ideal".
Eso sí fue un trayecto digno de ser grabado por las cámaras del Fun Race 4x4 de Globovisión. Subidas, bajadas, todo lleno de lodo. Muy emocionante, pero sin bebidas espirituosas. Finalmente nos estacionamos como en cuatro playas más y en ninguna nos bajamos porque había demasiada gente, poca orilla y mucho mar alborotado. Achicopalados, decidimos que era hora de ir a la posada, arreglarnos y volver a Caracas. ¡Pero el milagro ocurrió! Salió el sol y nos quedamos en una platabanda de la posada, con un súper descubrimiento: el chorrito. Ese mágico chorro de agua fue lo máximo, mejor que ninguna playa. Tomamos un poco de sol, pero volvió a llover, así que ese fue el indicio de que era la hora de marcharnos.
Básicamente el clima conspiró contra nosotros, pero logramos sobrevivir a todas las cosas que nos pasaron. Pero para mí hubo una frase que resume lo que fue el viaje: "todo ha sido una búsqueda". Le doy el crédito a David, novio de Vero, por haber dicho en una sola palabra lo que fue todo el paseo.
En nuestras vidas, muchas cosas se resumen a esa palabra: búsqueda. ¿Qué buscamos? El rango es variado, todo depende de la etapa en la que nos encontremos y de la personalidad de cada quien. Cuando somos pequeños buscamos satisfacciones inmediatas: juguetes, buenas notas, diversión, etc., pero a medida que vamos creciendo las prioridades cambian y también nuestras necesidades. De ellas dependen lo que buscamos. Muchos son afortunados y encuentran lo que buscan sin mucho esfuerzo, otros deben luchar un poco más por aquello que desean.
Obviamente no es una sola la búsqueda, son muchas e infinitas, van desde lo más pequeño hasta lo que cataloguemos como más importante. Son muchos los caminos que debemos recorrer para alcanzar lo que queremos, ese tesoro que se esconde al final de todos aquellos arcoiris que ponemos en nuestras caminos. Creo que todos los días estamos buscando algo, es lo que nos mantiene vivos, atentos a la vida. Pensemos un momento si no existiera algo que nos motivara a levantarnos de nuestras camas, si no hubiera algo que quisiéramos alcanzar y por lo cual tenemos que realizar esa búsqueda... Tendríamos absolutamente todo lo que queremos, no nos esforzaríamos por nada ni por nadie pues habría garantía de que está ahí. En fin, sería una existencia bastante aceptable, pero aburrida.
Tal vez es por esa razón que todo aquello que nos ha costado algún tipo esfuerzo lo apreciamos más que lo que obtuvimos sin hacer nada. La búsqueda no es más que el camino que debemos atravesar para probar de qué estamos hechos, de qué somos capaces, qué tanto merecemos el premio final y qué tan valioso es ese algo -o alguien- como para soportar lo que venga con tal de tenerlo. Sólo habiendo atravesado todo eso sabremos si la búsqueda valió la pena o no. Así como hay probabilidades de que ese tesoro sea oro en bruto, existe la posibilidad de que todo haya sido una ilusión óptica, una simple treta, pero que igual nos deja lecciones.
¿Cuántas veces no le ha pasado que vive en una sola búsqueda? Así como nosotros buscando la playa "ideal". Me parece que es una situación peligrosa, porque puede ser indicio de que no está muy claro con lo que realmente quiere o sencillamente no acepta que ese "algo" tal vez no es para usted. No quiero decir que no deba ir tras sus sueños y metas, sin embargo hay que sincerarse con uno mismo. Tal vez luego de intentarlo en repetidas ocasiones -y de fracasar- ud. deba replantearse el objetivo y la forma de aproximarse a él. Nunca está demás un poco de reflexión, eso ayuda a aclarar el panorama y a eliminar los vicios que haya adquirido en el camino.
Conclusiones:

- Si lo invitan cordialmente a un viaje de playa, acepte, no tenga miedo. Cualquier cosa que ocurra será digna de ser contada a sus futuros nietos.
- Si va a la playa con intenciones de broncearse tenga la seguridad de que lloverá. Con un poco de suerte tal vez haga un poco de sol para que le dé calor y regrese colorado.
- Viva sus aventuras a plenitud, disfrútelas como lo que son. No se repetirán de la misma forma, ni con la misma gente, es decir, son únicas.
- Nunca abandone sus búsquedas, sus sueños y metas. Si nada mucho y no logra pasar de la orilla tampoco se mortifique demasiado, a lo mejor sólo debe reformular el objetivo y la forma de llegar a él. Probablemente obtenga mejores resultados luego de esto.
- No asuma que encontrar el "tesoro" al final del arcoiris es su única ganancia. Recuerde todo lo que vivió para llegar ahí y todo lo que arriesgó para obtener lo que deseaba.


miércoles, 5 de diciembre de 2007

Lo que no solemos pensar acerca de la muerte

Hace casi un año andaba más desocupada que hoy en día y me encontré con un libro bastante interesante en cuanto a la temática que planteaba. Estaba en Tecniciencia Libros, buscando algo interesante que leer, pues el Sudoku no era suficiente para saciar mi ocio (creo que por esa época hasta desempleada estaba). Fue una decisión difícil, pues no sabía si era una lectura interesante... De hecho, nunca había leído un libro de ese autor.

Una vez tomada la decisión y libro en mano, me dispuse a descubrir su contenido. La portada muestra una figura femenina, con un título que reza Las Intermitencias de la muerte, escrito por José Saramago. Mi primera impresión cuando lo hojeé fue que su estilo de escritura no era muy fácil de digerir, pues los únicos signos de puntuación que utiliza para separar oraciones son "comas". Por ello hay que estar doblemente atentos a la lectura, pues es fácil perderse. Debo confesar que me pasó varias veces...

Pues bien, la temática gira en torno a la muerte, como bien dice el título. Pero esta vez enfocada desde otro punto de vista, en el cual la muerte (con "m" minúscula como el mismo autor la define) es considerada una entidad. Muy atrás queda la concepción de la muerte como un hecho natural que ocurre a todos los seres vivos en determinado momento.

La historia comienza cuando, un día, la muerte decide detener sus "labores" en un país x, el cual nunca nombra el autor (vaya usted a saber por qué, tal vez porque ese territorio podría ser el mismo donde estamos parados ahora). La gente deja de morir, hay expresiones de júbilo por doquier, pues significa que la inmortalidad ha dejado de ser una utopía -o un hecho reservado únicamente para el Conde Drácula- y ha pasado a ser una realidad. Hasta ahí vamos bien.

Uno se detiene por un momento a pensar en la felicidad que eso podría conllevar en una sociedad como la nuestra, donde lo importante es perpetuarse en el tiempo, bien sea a través de obras o con el mismo cuerpo. Tiendo a pensar que el culto al cuerpo es una de las cosas en las que más se invierte tiempo actualmente, por ello abundan las cirugías cosméticas, las inyecciones de botox, las cremas antiarrugas y pare usted de contar. Todo eso con la finalidad de prorrogar lo inevitable: el envejecimiento y la muerte.

Siendo las cosas así está claro que si un día la muerte decidiera aplicar una "operación morrocoy" o hacer un paro indefinido en el país donde reside, usted sería sumamente feliz ¿o no? Por fin dejaría el apuro, podría dedicarse con calma a vivir la vida que siempre ha soñado, sin ningún tipo de presión. Ya no importaría el tráfico, ni los accidentes de tránsito, ni los infartos. Total, es un largo camino que no será interrumpido por ninguna entidad llamada muerte. Habría tiempo para hacer todo, sin temor a que ese hilo que nos ata a la vida sea cortado abrupta o naturalmente.

Claro, no todo es tan fácil como imaginamos. Y es ahí donde el libro cobra vida -a mi juicio-. Todos vemos la parte positiva de que la muerte se haya tomado unas vacaciones (porque hasta ese punto no sabemos qué pasó con la pobre), pero nadie se pone a pensar en la debacle que esto significa para el equilibrio de la naturaleza. Sí, porque todo se basa en un equilibrio: día /noche, sol / luna, vida / muerte. Son dúos inseparables, pues. Con la muerte de "brazos caídos" el país en cuestión empieza a colapsar: los hospitales son insuficientes para atender a los heridos (recordemos que la gente sale herida igualmente, pero no muere), las casas aseguradoras empiezan a quebrar (pues, para qué asegurarse si ya no hay riesgo de morir), las funerarias ya no son necesarias... en fin, la economía empieza a tambalearse. El golpe ha sido mortal, quién lo diría.

El panorama era totalmente diferente a los primeros días en los que la gente celebraba su inmortalidad, pues nada era tan rosa como lo habían imaginado. Sin embargo, un descubrimiento fortuito cambiaría la dinámica de las cosas. La muerte sólo había detenido sus labores en ese territorio, pues al cruzar la frontera la gente empezaba a morir. Aquellos enfermos terminales daban su último aliento apenas salían de aquel país. Gran y terrible descubrimiento.. Por una parte, vemos cómo la muerte no es una sola como se ha pensado siempre, pues las de los otros países siguen trabajando 24/7; además existe otra "Muerte", digamos que la jefa mayor de las muertes (sí, porque las muertes con "m" minúscula están divididas por sectores y organismos vivientes pues). Por otra, vemos el desastre que todo esto conlleva: la gente se entera, empiezan las migraciones, aparecen los que siempre quieren aprovecharse de esas situaciones cobrando "viajecitos" al otro lado (literalmente), etc.

Aquí ya la cosa se pone de cuadritos, porque definitivamente esta paralización de labores ha sido más problemática que beneficiosa. La gente se pregunta por qué la muerte de ese país está de huelga y por qué las otras muertes no, por qué la Muerte no pone orden en ese zaperoco y obliga a la otra a que trabaje. En fin, después de varias páginas (274 para ser exactos), muchas "comas" y pocos puntos, en los cuales el autor nos pasea por diversos escenarios, se nos presenta a la muerte como un ser con sentimientos. Sí, es extraño, pero créanme que lo digo con fundamento. No pienso explayarme porque digamos que ahí está la sustancia del libro y claro, el final también depende de esto que yo llamo "sentimientos" de la muerte.

A mi parecer el libro tiene buen contenido, pues es un tema común y con el cual mucha gente se pone susceptible (entre ellos, yo) planteado desde otro punto de vista. Sin embargo, el final es medio chocante, tal vez esperaba otra cosa... no sé, la verdad prefiero analizar el libro sin tomar en cuenta ese final.

Conclusiones:

- Si usted descubre que la muerte está de huelga, celebre. Luego recuerde lo que pasó en el libro cuando las cosas se pusieron "color hormiga" y tome sus previsiones. En caso de no poseer vehículo propio, no se deje chantajear por ningún mototaxi, taxista, autobusero o "camarada" que pretenda cobrarle un realero por una carrerita hasta la frontera para que su ser querido dé el último aliento. (Claro, si es venezolano no dude en regatear, siempre hay alguien que cae).

- Si es de los que piensa que la muerte debería tomarse unas vacaciones -bien merecidas- en su país de residencia, recuerde que no todo es eterno y que lo increíble de la vida está precisamente en que no dura para siempre. De otra forma las cosas no tendrían el valor que hoy le damos y dejaríamos todo para después. La religión se vería amenazada, pues no tendría el mismo poder de generar temor en las personas... Total, si ya nadie muere no pueden ser enviados al infierno para que el Diablo los azote, ni al cielo para jugar golf con Dios.

- Si es de los que cree que ésta no es ni su primera ni su última vida, dedíquese a cumplir lo que vino a hacer: a aprender y ya.

- Si es de los que no le interesa la muerte sino hasta que ésta decida tocar su puerta, pues disfrute a plenitud su vida, con aciertos y equivocaciones, alegrías y desdichas... Total, para eso está la vida: para vivirla.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Si pudieras borrar tus recuerdos, ¿lo harías?

Leyendo el blog de un pana acerca de la película que voy a comentar a continuación, me acordé de cuántas veces hemos deseado volver a alguna situación específica del pasado... y tal vez, quien sabe, cambiar algo de ello. O simplemente no cambiar nada. Eternal Sunshine of the Spotless Mind llegó a mi vida en uno de esos momentos en los cuales quisieras olvidarte de cosas específicas que viviste porque sencillamente te hicieron daño.

Ahí va la premisa de la película: Clementine decide borrar a Joel de su mente por impulsiva y porque, en muchos aspectos, la relación fue dañina. Joel, al enterarse decide hacer lo propio y borrar los recuerdos de ella totalmente y para siempre. Pero el punch de todo está en que por más que ellos decidieron "borrarse" uno al otro, la vida -podría tal vez llamarse destino- los reencuentra y aunque no se reconocen saben que hay algo ahí. Ese algo que al final volvería a unirlos, a pesar de saber que ambos se hicieron daño y que todo podría volver a ser así. Aún así deciden intentarlo y darse otra oportunidad.

El otro punch que te desestabiliza en la película es el caso de Mary, la simpática asistente del Dr. Merzviack (o como se escriba). Paralelamente se desarrolla esta historia, la cual me impresionó un poco más que la de Joel y Clementine. ¿Por qué? bueno, sencillo. A mitad de la historia, o más bien casi hacia el final, vemos que ella está enamorada del Dr. en cuestión... hasta ahí vamos bien, nada relevante -podría pensar uno-. Pero no! La esposa del Dr. hace una revelación impactante - al menos para mí - "puedes quedártelo, ya fue tuyo una vez". WHAT? Sí. ¡Mary también borró de su memoria al Doctorcito! Y ajá ¿cuál fue el resultado? Pues obvio, volvió a enamorarse del tipo. La vida es una carricita juguetona que le encanta joder la paciencia...

Si en este momento me preguntaran si yo sería capaz de borrar algún recuerdo de mi mente, me encontraría en una gran disyuntiva. Por una parte, sin pensarlo mucho, diría "¡SÍ! ¿Por qué había tardado tanto en tomar la decisión?". Siguiendo ese camino, así como en la película, un día me acostaría en mi cama sabiendo de la existencia de ese alguien que me hizo daño y la mañana siguiente me despertaría con un gran dolor de cabeza, pero sin recordar siquiera el nombre o la cara de ese alguien.

Interesante ¿no? Claro, hasta acá vamos bien. Pero ahí se despierta una vocecita interna que me dice, ajá fino, y si olvidas al individuo en cuestión, además de olvidar lo malo también olvidas todo lo que aprendiste de esa situación. Hummm, pausa. Ya la idea de borrar nada en mi cabeza no parece tan sencilla. ¡Claro! No tomé en cuenta que si borro al tipito me borran también todas las cosas que pude haber aprendido... Obvio, lo que aprendemos de relaciones en las que uno sale con las tablas por la cabeza es sencillamente a hacerle caso a tu intuición, o tal vez a no confiar en exceso en los demás sin que antes prueben que lo merecen, etc.

Estando las cosas así, no estaría nada fácil una decisión de este tipo. Creo que todas las personas que conocemos en la vida nos dejan una huella, un aprendizaje. A veces son positivos, a veces son negativos. A veces necesitamos ese golpe de quien menos esperamos para también aprender. ¿Aprender qué? Eso es cosa de cada quien, depende de lo que necesitemos en ese momento en nuestra vida...

Conclusiones:

- No podemos borrar recuerdos de nuestra mente, a menos que te pase como a Catherine Fulop en alguna novela y pierdas la memoria, pero total... que ni sepas quién carrizo es tu hijito.

- Si se pudieran borrar recuerdos, habría que analizar si la situación te dejó algún tipo de aprendizaje. Si aún no has aprendido nada de eso, mejor hacer borrón y cuenta nueva. Total, no hay nada que puedas aplicar en otra situación similar para salir airoso, pues no hay aprendizaje previo. Si aprendiste algo y sientes que creciste, ¡felicitaciones! Has demostrado que eres capaz de pasar la página y -como buen alumno de la escuelita llamada Vida- has demostrado que puedes continuar con tu vida sin el (la) infeliz que te jodió (y que a la hora del té, jamás te hizo falta).

- Si lograras borrar los recuerdos de ese alguien, siempre cabe la posibilidad de que la vida te ponga frente al sujeto en cuestión y surja el amor nuevamente. Irónico, pero bastante probable, así como le pasó a Mary.