miércoles, 12 de diciembre de 2007

De la naturaleza humana: la mentira

Todos nos hemos enfrentado a ella alguna vez en nuestra vida. La hemos tenido al frente, a veces tan clara como el agua, otras veces oculta tras una mirada sospechosa. No siempre es fácil reconocerla, pues se requiere intuición, conocimiento de la otra persona e incluso es necesario un poco de malicia. La mentira está en todas partes y va desde aquella más pequeña -o inocente- hasta aquella que es capaz de destruir una de las cosas más preciadas para los humanos: la confianza.

La lucha es diaria, la mentira ha ganado cada vez más espacios dentro de nuestras sociedades y va desde los gobernantes hasta cualquier persona con cara de inocente que podamos encontrar en un ascensor. No hay antídoto, todos somos vulnerables a caer en una mentira o a decirla. ¿Por qué? Hay tantas razones como peces en el mar. Algunas de las que se me ocurren son:
- Necesidad de preservación. La naturaleza humana es así, debemos admitirlo. Cuando a alguien lo descubren infraganti en una situación dudosa (dícese aquella en la que no debería estar) la primera reacción es mentir. Es instintivo, aunque luego recapacite y admita su acción. La mayoría recorre ese camino, aunque hay otros que aceptan sin titubear lo que estaban haciendo y asumen las consecuencias de frente. Este grupo es muy escaso, en estado de extinción se podría decir, pero al final son los más inteligentes y adultos.

- Patología. Hay quienes construyen sus vidas sobre una serie de mentiras básicas, que los han ayudado a ser aceptados en grupos y a obtener ciertos beneficios que, de otra manera, nunca hubieran podido alcanzar. No necesariamente son personas que mienten en absolutamente todo. Sencillamente prefieren evadir su realidad y justificar sus acciones con ciertas mentiras que sólo los afectan a ellos al final del día.

- Deporte. Otros disfrutan la mentira, forman parte de su vida pues viven de ellas. Se valen de tretas para ver cómo reaccionan los que les rodean. Es parte de un ritual de diversión o deporte. En vez de ir a Parque del Este los domingos, deciden lanzar mentirillas a su alrededor para generar conflictos mientras disfrutan del show.

En fin, son tantas y variadas las causas por las cuales los seres humanos mentimos que necesitaría otro día y otro blog para intentar recopilarlas. Mientras tanto podría decir que todos podemos caer en las redes de las mentiras, pero siempre hay formas de evitar decirlas. Por ejemplo:

- Analizando cada hecho ud. podría sacar un balance de lo beneficioso o perjudicial que ha sido decir una mentira o una verdad. Lo más seguro es que hayan sido más las veces en las cuales quedó como honesto (a) por haber confesado lo que realmente pasaba, que aquellas en las que simplemente es un "corroncho", "rata", "pinocho", "sucio" y afines. (Agruéguele las "a" que denotan al género femenino -porque las mujeres mienten y lo saben hacer muy bien-).

- Piense en todas las neuronas que ud. salvará en su cerebro por decir la verdad. Por cada mentira que invente y, en el futuro, cada vez que ese hecho salga nuevamente a colación, ud. deberá recordar -con bastante precisión- cada detalle de lo que dijo para que no lo descubran. Si a esto le agregamos que las neuronas no se regeneran y que a medida que envejecemos vamos perdiendo más de estas amiguitas, creo que debería considerar seriamente en "ahorrarlas" para cosas más importantes. Si la mayoría de las veces dice la verdad, tenga por seguro que por más que pase el tiempo, va a recordar con una precisión increíble las cosas que sucedieron (por más que uno tiende a agregar o suprimir hechos). Y lo más importante: estará salvando a una neurona. Al final del día sabe que es por una buena causa.

- Para bien o para mal, Ud. no está solo en el mundo. ¿Cuántas veces no ha salido a la calle y se encuentra con quien menos se imagina? Pues bien, esa gente son potenciales testigos que podrían verificar o destruir su versión de los hechos en apenas segundos. He aquí un ejemplo de cómo estos seres son peligrosos para la supervivencia de su mentira:

Supongamos que usted llega tarde a un compromiso porque se quedó bebiendo con sus amigos de la oficina (un lunes), pero ya había sido advertido que era imprescindible que llegara a tiempo. Lo inevitable ocurre: llega tarde, tardísimo. Lo primero que se le ocurre es que no puede decir la verdad porque ya sabía de antemano las condiciones de dicho encuentro, así que decide mentir. La excusa es que había mucha cola en la autopista porque una gandola se volcó y el desastre era increíble. Hasta ahí vamos medianamente bien (porque en principio debió asumir su cuota de responsabilidad), pero resulta que alguien que sí llegó a tiempo a dicho compromiso manifestó sorprendido lo rápido que había llegado porque no había ni un carro en la susodicha autopista. Entonces, ¿cómo queda usted? como el (la) mentiroso (a) de marca mayor, obviamente. ¿Qué ganó con eso? Un problema doble, primero por llegar tarde y luego por haber mentido. Además de la muerte de alguna de sus neuronas por haber tenido que hacer sinapsis inventando esa información irrelevante y luego por haber tenido que reproducirla.

En fin, sólo ha obtenido un balance negativo luego de esta experiencia. Hasta acá llega la parte fácil de las mentiras, es decir, de cómo evitar decirlas. Sin embargo, la parte difícil es aquella en la cual uno debe evitar ser blanco de las mentiras de los otros, pues no hay fórmulas mágicas, ni neuronas a las que hay que salvar que valgan. No. En ese tipo de casos lo ideal es mantener los ojos abiertos, la mente atenta y asumir que decir mentiras es parte de la naturaleza humana, por lo cual usted puede ser receptor de una cantidad inimaginable de ellas, la mayoría sin que se dé cuenta (al menos en el momento, a menos que sea una gran burrada).


Conclusiones:

- Los mentirosos abundan. Son tan nocivos como usted lo permita. Lleve siempre un repelente contra ellos en su bolsillo, nunca sabe cuándo lo puede necesitar.

- Nunca confíe en alguien que le haya mentido al menos una vez. Está demostrado que quien miente o engaña una vez, lo hará nuevamente. Corte eso de raíz y sea más astuto que la otra persona.

- Si va a mentir, recuerde que la mejor mentira es aquella que más se parece a la verdad. Es contradictorio, pero funciona. Mientras menos hechos fantasiosos le agregue a su cuento, más creíble será. Al menos no matará tantas neuronas tratando de recrear en su mente algún hecho que involucre ovnis "encunetados" o vacas voladoras debido a un tornado misterioso.

- Si continúa con la idea de que es mejor mentir y salvar el pellejo, antes que decir la verdad y salir peor parado, no olvide que la gente a la que le está mintiendo cree de cierta forma en su palabra. Al final las consecuencias pueden ser más graves que un reclamo.

2 comentarios:

Alexjud dijo...

Las mentiras tienen patas cortas dice el popular refrán, sobretodo si de "ovnis encunetados o vacas voladoras" se trata... La confianza no es renovable...

Keyla dijo...

¿Mentira? La que vivió en mi santa cabezota todo este tiempo...¿Mentira? El "si" nebuloso que se aproximaba a mi corazón susurrado por el alma...cuya etereidad mandaré de vacaciones por un rato, a ver si puedo convivir con la razón, que es un poco mas centrada...¿Verdad? Lo que sentí...¿Mentira? Lo que soñé...Asi las cosas, la vida es una verdad en la que vivimos mentiras...